Recogemos aquí citas extraídas de trabajos de expertos y divulgadores del caballo salvaje ancestral europeo, al que en esta WEB bautizamos con el nombre literario de Tarpán, denominación que los científicos reservan solamente para una de sus razas, así como el apodo familiar de nuestro narrador del blog, al que llamamos Takhi.
“Junto con los ciervos, los caballos silvestres son los ungulados más representados en el arte rupestre ibérico. La reputada arqueozoóloga Corina Liesau Von Lettow-Vorbeck los describe muy bien en: Arqueozoología del caballo en la antigua Iberia (Gladius XXV, 2005):
“Su aspecto se asemeja al Przewalski: robusto, cabeza corta, cuello recio y ancho, crines erguidas, capa larga durante el invierno y corta en verano, cola tupida, panza abultada, piernas cortas, raya dorsal y zebraduras en las patas”). Citado en http://cronicasdefauna.blogspot.com/2018/09/ecos-del-paleolitico-los-caballos.html
“Dos especies de équidos se han encontrado en los yacimientos ibéricos: el caballo Equus ferus y el enigmático Equus hydruntinus que en España se asocia con el famoso zebro. De todos modos, los restos fósiles de caballo en la Península Ibérica no son tan abundantes como cabría esperar.
Según la especialista antes citada, se han encontrado restos de caballo en 16 sitios arqueológicos ibéricos del Paleolítico, para caer a sólo dos en la transición del Epipaleolítico al Neolítico (hace entre 8.000 y 6.000 años). Sin embargo, el Neolítico nos proporciona nada menos que 31 yacimientos con restos de caballo. Si bien la domesticación del caballo es un tema controvertido, y hoy se acepta que puede haberse domesticado en varios focos y en varias épocas, parece haber consenso en que no pudo haberse llevado a cabo antes del III Milenio a.C fuera de las estepas centroasiáticas. Por tanto, el caballo neolítico ibérico debe ser ya un caballo doméstico.
“Los estudios realizados en el País Vasco corroboran la progresiva desaparición del caballo paleolítico de la Península Ibérica. Se constatan numerosos restos de caballos en las fases inicial y final del Würm, y se observa que es un resto común en las fases Musteriense y Auriñaco–Gravetiense (hace entre 100.000 y 22.000 años), para empezar a decrecer durante el Solutrense (hace entre 21.000 y 17.000 años) y hacerse raro en el Magdaleniense (hace entre 16.500 y 12.000 años). A comienzos del Holoceno, el caballo paleolítico debía haber desaparecido ya de la Península Ibérica.
“¿Hemos de pensar que los caballos del arte rupestre levantino, por su reducido número, habían perdido parte del aura espiritual que gozaron durante el paleolítico superior y que también habían visto mermado su carácter sagrado para aquellos cazadores del epipaleolítico? (…)”
“En el arte rupestre levantino, el ser humano, hombre o mujer, es el protagonista en torno al cual gira el cosmos, mientras que en el arte rupestre paleolítico es el ser humano el que humildemente se sitúa ante la Creación y el Universo y se desplaza en el seno y el interior de las grutas ornadas (Remacle, 2004, 9, 12-13).
“Pero dicha preeminencia del hombre en el mesolítico español, no evitó que se expresase mediante una lógica casi lingüística, articulada. Mediante las figuras y las escenas, ante ellas y su contemplación arrobada, los cazadores avezados, ya curtidos en mil lances y ardides (chamanes o no), instruirían a los neófitos, a los aprendices, a los jóvenes. No únicamente en la suerte de las estrategias venatorias, sino mediante la recreación hablada, comentada, de los mitos de la tribu. Aquellos frisos con ciervos, toros, cabras o caballos, o con jabalíes y osos, no eran un adorno; o una simple marca de propiedad; ni siquiera una respuesta desesperada ante el avance de poblaciones agropecuarias que les desplazaban y arrinconaban hacia las más profundas entrañas de la serranía (Llavorí, 1988-1989), quedando aquellos cazadores como poblaciones en repliegue, marginalizadas, con continuos conflictos territoriales con las hordas invasoras de los neolíticos que avanzaban en oleadas.”
“En ocasiones aquellos cazadores han sido denominados epipaleolíticos recalcitrantes, que fueron finalmente asimilados (Utrilla, Martínez- Bea, 2007). No. No, únicamente. Aquellos frisos no reproducían exclusivamente y en lo fundamental escenas de caza (y menos cacerías “de los últimos cazadores del epipaleolítico geométrico ya en cronología neolítica”), sino que destacaban los instantes primordiales del origen de la creación, durante los cuales era posible la comunicación verbal con los animales. Estos animales revelaban los conocimientos ancestrales y les servían de guía y les permitían conocer los mitos antiguos, cuyas raíces entroncaban directamente con el paleolítico superior. Raíces y mitos que al otorgar un papel esencial al mundo natural, salvaje, y protagonismo vital a determinadas especies animales, denotan un arcaísmo notable, ya que todavía el ser humano no se ha convertido en el señor de la Creación, ni es capaz de someterla o alterarla de forma súbita o intensa, y necesita recurrir a las vivencias de los animales para expresar sus anhelos.”
Cita extraída del texto de: Juan F. Jordán. 2010. En: “El caballo en el arte rupestre levantino de la Península Ibérica.
El santuario rupestre de Minateda y sus probables arquetipos iconográficos del paleolítico superior“. QUAD. PREH. ARQ. CAST. 28. https://core.ac.uk/download/pdf/61411866.pdf
Los primeros caballos domesticados en Hispania remontarían al tercer milenio a.C., primero en Andalucía y poco después en Portugal durante el periodo Campaniforme. Se conservan restos de équidos en yacimientos neolíticos del extremo oriental de Andalucía, de la provincia de Albacete, León, y del centro de Portugal (Castro do Zambujal en Torres Vedras), donde aparecen además representados y algunos podrían corresponder a caballos domésticos56. Estos se diferencian de los salvajes por una reducción y una mayor variabilidad de su tamaño. Pero el hecho de que la caza de caballos salvajes continuara durante el Campaniforme, hace que en un mismo yacimiento puedan aparecer restos de caballos salvajes y domésticos. Desde la Edad de Bronce en el Sureste peninsular y en el futuro reino de Tartesos fueron cruzados con ejemplares de mayor tamaño. En un yacimiento de Valencina de la Concepción (Sevilla) se detectan algunos de los primeros testimonios arqueológicos de caballos de mayor tamaño, presumiblemente importados desde otros puntos del Mediterráneo por colonos orientales púnicos para las elites locales”. (…)
“Los caballos de la Edad de Hierro no debían de diferir mucho de los caballos prehistóricos representados en cuevas como las de La Pileta en Málaga, del Moro en Cádiz, de Tito Bustillo en Asturias, de Altamira y de La Pasiega en Cantabria, o de Isturitz en los Pirineos franceses. En caballos pintados en algunas de estas cuevas del sur de Francia y sobre todo de España –desde Altxerri y Ekain en el País Vasco o Peña Cándamo en Asturias hasta Nerja en Málaga– se observan las cebraduras que presentaba el equus ferus del Suroeste de Europa en el cuello y hasta en las regiones abdominales. (…) Los caballos domésticos actuales proceden de la especie Equus ferus que hace unos quince mil años se extendía por Eurasia desde Alaska hasta Portugal.”
“El caballo salvaje fue cazado en la Península Ibérica como alimento durante miles de años hasta el siglo XV”. (Joaquín PASCUAL-BAREA. 2014. “Equiferus Hispanus o cebro ibérico : El caballo salvaje de la Península Ibérica desde la Antigüedad a Época Moderna”. https://rodin.uca.es/bitstream/handle/10498/20687/PascualBareaEquiferus.pdf?sequence=1&isAllowed=y)